El docente universitario en México

¿Sabías que en varios países para ser maestro primero debes contar con al menos un grado de licenciatura y después estudiar para docente del nivel educativo en el que quieres impartir clase? Al finalizar tu preparación se presenta una evaluación, si optaste por una universidad pública y de acuerdo con el puntaje obtenido, se te asigna una plaza en algún lugar donde hagan falta docentes en tu área; si decides trabajar en una institución privada, igual, presentas el resultado de tu evaluación y la escuela decide si te contrata o no; en México como en casi toda Latinoamérica el proceso no es ni remotamente parecido.

En México, a grandes rasgos hay tres tipos de estudios para el nivel superior: el bachillerato, el técnico superior universitario y el grado de licenciatura. Es un hecho que, en este país, la mayoría de los docentes de este nivel, aunque tienen posgrados especializados, no tienen la formación para ser maestros; se les dice «maestro», por ser el trabajo que desempeñan o porque tienen una maestría, más no porque tengan la preparación para serlo, de ahí muchas de las desviaciones y fallas en el aprendizaje; si además, a la carencia de habilidades para la enseñanza le aunamos la poca o nula experiencia laboral del profesor, la educación superior se convierte en un tipo de enciclopedia fraccionada en ochenta o más asignaturas dando como resultado altos índices de reprobación, baja eficiencia terminal y carreras carísimas, sea para el Estado o para los padres si es educación privada —e incluso para los padres siendo educación pública—, además de ser carreras de más de cuatro innecesarios años de duración.

Es urgente que las universidades tomen cartas en este asunto y de entrada formen a sus maestros si no en las ciencias de la educación al menos en pedagogía y diseño curricular;

además dispongan que el docente no deba ser totalmente de tiempo completo para que tenga espacio de ejercer su profesión como mejor considere y comparta sus experiencias en el aula ¿Quién si pudiera ser un tiempo completo? 

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Los investigadores, ellos generan conocimiento —literal, porque de las universidades se genera el conocimiento por medio de la investigación y este conocimiento se utiliza para ser puesto en práctica o funcionamiento fuera de éstas.

Parece radical, extremo; sin embargo ¿qué cambio de paradigma no lo es? Kuhn ya ha hablado de esto en «La estructura de las revoluciones científicas». Un cambio por muy mínimo o extremo siempre conlleva resistencia ¿Habrá resistencia? ¡Por supuesto! Me extrañaría que no hubiera resistencia empezando por los sindicatos que más que favorecer a la educación la perjudican en aras de reportar «logros sindicales»; también habrá resistencia de los que están instalados en su confort personal y profesional, de aquellos que han impartido una misma materia más de veinte años con todo y los mismos ejemplos y, que no están dispuestos a cambiar y mucho menos a aprender algo nuevo por muy bueno que sea.

Hay que recordarle a «la resistencia» que el papel que desempeñan los docentes es determinante en la formación de las actitudes del alumno con respecto al estudio, si las actitudes del profesor son positivas, invitan a que los estudiantes aprovechen las posibilidades de aprender que se les presenten durante toda su vida; caso contrario si las actitudes son negativas y percibidas por el alumno (durante el aprendizaje implícito), éste se estancará en un nivel educativo y no avanzará más.

Entonces, ¿qué debe recibir la sociedad del personal docente? ¿qué habilidades realistas hay que desarrollar en los profesores para que realicen su trabajo? ¿qué condiciones de trabajo, derechos y valoración social se le deben garantizar? ¿quién puede ser un buen maestro o profesor?  ¿cómo formarlo y motivarlo para preservar su calidad docente y la calidad de su enseñanza? Estos son sólo algunos de los puntos de partida para realizar una verdadera reforma educativa de fondo —y no de formatos—, en el nivel superior en México.

Finalmente, dos situaciones que no quiero dejar fuera; los directivos de las instituciones educativas no deben estar exentos de la misma preparación que sugiero para los docentes, adicional al liderazgo educativo para poder administrar los trabajos de mejora bajo un sustento totalmente enfocado en el docente y en el alumno y, un llamado a los medios de comunicación que en sus programas de televisión o radio invitan al directivo de alto nivel en vez de invitar a un maestro, cuando el directivo no está y quizá nunca ha estado en un aula con al menos cuarenta deseosos aprendices.

Referencias:

UNESCO. (1997). Learning: The Treasure Within. USA: UNESCO.

Fernando Savater. (1997). El valor de educar. España: Ariel.